suponía que iba a estar un rato en esa fila.
Pero no tanto.
3 cuadras sobre callao, 8 filas por cuadra, de esas que uno hace en bancos y aeropuertos, que van y vienen, y después de una hora te devuelven al mismo lugar pero mirando para el otro lado; mas una cuadra mas en el frente y la rampa del congreso.
Una fila de 25 cuadras de largo, de todo un día de duración.
Insólitamente, en silencio, miles de personas asumían este orden no establecido ni regulado por nadie, respetándolo, en mi caso, por casi 6 horas, para pasar durante unos 40 segundos como mucho, por la sala donde se exhibía el cuerpo.
Miles de personas expresándose nuevamente como es tradición, en el espacio público de Buenos Aires.
La Ciudad Vista, el nuevo libro de Beatriz Sarlo, fue mi paradójica lectura durante buena parte de la fila en la fresca noche sobre Callao. Ella empieza su libro eligiendo analizar la ciudad desde sus espacios de transacción paradigmáticos, surgidos de las políticas de los 90.
El shopping center como espacio cuasi perfecto en términos de exhibición de mercaderías, de generación de deseo, espacio que en esos términos, necesita anular las variables y los imprevistos habituales en el espacio público; un ámbito publico controlado por lo privado, para que nada distraiga el funcionamiento de la maquina de generar deseo y consumo.
Como contrapartida y emergente simultaneo en la historia de la ciudad, la venta ambulante, como expresión espontánea, caótica, fuera de cualquier norma urbana, o mas específicamente, cuya razón de ser radica en desatender cualquier regulación sobre la transacción, lo que genera, tal vez o ilusoriamente, un menor costo, una aparente cualidad de artesanal de la oferta, en oposición al producto de serie en exposición en el shopping.
La ciudad que yo habitaba mientras leía esto, no era ni una ni otra, no casualmente.
La ciudad vista, en este caso, recreaba el clima de la ciudad de los 80.
Una ciudad festiva, aun en términos de triste y respetuoso homenaje. Una ciudad regulada por sus propios usuarios, que se expresan absolutamente convencidos en los valores igualitarios de la democracia.
Una ciudad tomada por sus ciudadanos, que mas allá de sus convicciones políticas, cree, después de haber soportado años de dictadura, que la democracia es definitivamente el modelo mas equitativo que soporta las libertades individuales. Y confía aun en que esas libertades individuales tienen como limite, las libertades del otro, parecidas a las propias.
Después de los terribles controles/des impuestos por la dictadura, el control pasa a la confianza mutua entre pares democráticos.
Trato de entender quienes somos los que estamos aquí, hace horas, en una notable y familiar convivencia. Trato de entender como es posible que a sabiendas que serán horas las que insuma esta fila, no hay una persona, ni una, que intente adelantarse en la fila .trato de recordar si el clima o la gente es similar a la de otras noches publicas, a otras marchas, a otras protestas.
Me mandan un mensaje de texto, y contesto que aquí esta toda, absolutamente toda la clase media. Construida por décadas, destruida en una.
Me sale pensar eso. Me sale volver a ver la expresión de una época mas equitativa, que no tiene que ver con los actores de las últimos años, donde después de los 90, se genero esa brecha tan dramática entre los mas ricos que solo reclaman cuando sus ahorros son atrapados en el corralito, y los excluidos que permanentemente necesitan volverse visibles en la escena pública para lograr un mínimo de justicia para ellos.
Ambos son los extremos emergentes de tales políticas, que se vuelven el eje de las tensiones sociales que han conformado a nuestra actual cultura, y que han dado como manifestación física los programas urbanos que Sarlo analiza en su nuevo libro.
Esta muerte vuelve a poner en la escena de lo público un modelo más igualitario que va a costar un tiempo restablecer, después del salvaje cambio que sufrió nuestra cultura en los 90.
La emoción generalizada y sorprendente en el homenaje publico, parece expresar una nostalgia por una época perdida, mejor.
Una época que solo podremos recrear si volvemos a achicar las extremas diferencias que permitimos establecer entre nuestra gente.
Ambos son los extremos emergentes de tales políticas, que se vuelven el eje de las tensiones sociales que han conformado a nuestra actual cultura, y que han dado como manifestación física los programas urbanos que Sarlo analiza en su nuevo libro.
Esta muerte vuelve a poner en la escena de lo público un modelo más igualitario que va a costar un tiempo restablecer, después del salvaje cambio que sufrió nuestra cultura en los 90.
La emoción generalizada y sorprendente en el homenaje publico, parece expresar una nostalgia por una época perdida, mejor.
Una época que solo podremos recrear si volvemos a achicar las extremas diferencias que permitimos establecer entre nuestra gente.
Construida por décadas, destruida en una. que triste haber perdido algo bueno que nos representaba. con lo jodido que es definirnos como algo mas que un grupo de argentos.
ResponderEliminarta bueni el blog!
=)
La belleza mas grande de nuestra ciudad, es la capacidad de sorprendernos.
ResponderEliminar...y esa noche quedo demostrado, que "cosas" como la clase media, aunque no la veamos...(por suerte) siempre estan.