(Este texto es un borrador que fue escrito hace un año, enero 2017, antes de las piletas pintadas en el piso, antes del traslado del tiro federal al predio lindante, por lo cual creo que vale la pena habilitarlo para retomar algunas discusiones, sobre todo ahora que fui retado a un (patetico) duelo/debate por el combo Corbalan+Torroja, que ya aburria cuando lo planteaba Pancho Liernur hace 20 años..)
Una vez mas, y gracias al mecanismo del Concurso Público, nos encontramos ante la posibilidad de formar parte de la transformación del Patrimonio Público de nuestra Ciudad.
O al menos, eso es lo que creemos y esperamos, dada la relevancia y la magnitud de la convocatoria, y la sensibilidad que implica el tema, en términos de entendimiento de las demandas de la época, en términos patrimoniales, edilicios, públicos y urbanos.
El Proyecto del Eco Parque nos interpela dada la cantidad de factores a articular, en una de los enclaves mas valiosos en todo sentido de la Ciudad, y nos lleva una vez mas, y luego de una primer reunión informativa, a pensar, y a proponer pensar mas allá de nuestra oficina, acerca de los mecanismos de decisión y transformación en la construcción de lo Público.
Sin entrar en la particularidad del EcoParque, es interesante observar como se han dado procesos similares en nuestra propia ciudad, como se han iniciado, donde han terminado, y cual en definitiva ha sido el rol de los arquitectos y sus injerencias; y sobre todo, como la disciplina, y sus instituciones han actuado colectiva y gremialmente para defender lo que en definitiva, es patrimonio de todos los colegas mas allá del circunstancial representante: el arquitecto funcionario de turno que desde el estado promovió, propuso o dificultó el proceso, el arquitecto proyectista que desde el concurso pudo o no llevar adelante su proyecto, el arquitecto representante institucional, que desde su rol, acompaño, defendió o abandono al equipo ganador.
Queda para nuestras instituciones relevar y ponderar el exito de estas convocatorias, siendo ya hora de aunar esfuerzos en lugar de profundizar las disputas por obtener y gestionar los concursos, y colectivamente llevar esa información a las mesas donde la obra publica se asigna, para pelear colectiva y disciplinarmente por un porcentaje lógico que permita a los profesionales de todo el país competir por los mejores proyectos que pasarán a integrar el patrimonio de lo público.
Solo en la unión complementaria de tales entidades , y no en su disputa individual por los porotos (FADEA, SCA, CPAU, FADU) se puede imaginar un proyecto sólido coherente y superador de obra publica concursada y asignada, por sobre un mendigueo de concursos aislados, condicionados a situaciones no vinculantes.
La relación con la futura obra publica, caballito de batalla de la presente gestión de lo publico, debe ser entendida como un patrimonio colectivo de la disciplina y no como una medalla individual del mejor gestor que desde alguna de esas instituciones logre llevar una migaja para su molino.
Asi no nos van a respetar nunca como colectivo, nos soslayarán a la hora de tomar las decisiones, y minimizarán el valor de la producción intelectual y material que desde la formación de cientos de profesionales tanto le cuesta al propio estado en las distintas facultades de cada rincon del pais.
Una negociacion inteligente, integrada y ecuanime permitiria asignar un pequeño porcentaje de la obra publica de las distintas escalas y juridicciones en lo que sería un enorme capital a concursar para la disciplina, sin que eso implicara afectar a otro enorme caudal de obra que puede seguir siendo resuelto puertas adentro en las diferentes oficinas tecnicas de cada organismo del pais.
Es bastante triste y significativo estar reescribiendo este texto 20 años después de un texto similar escrito en los años donde Fernando de la Rua cerraba su gestión como primer jefe de la Ciudad de Buenos Aires.
Pero la historia está ahi para hacerla mejor.
Caminaba por parte de esa historia, y pensaba en estas cosas: desde que se volvió accesible, el triángulo del este, o parque de los niños, o como se ha denominado a esta hermosa esquina donde la ciudad mirá a la provncia desde el agua, siempre me resultó uno de los lugares mas atractivos para salir de la ciudad estando en ella: la posibilidad que se habilitara en su momento, casi única, de semejante relación con la inmensidad del río, de una porción de pampa originaria recuperada, como un viaje a la historia del territorio que nos permitía ver lo que haríamos con nuestro propia pampa, Poder ver la tremenda antropizacion desde adentro, y confrontarla con el soporte natural; y caminar como parte de lo público, ese proyecto salido de un concurso nacional, a cargo de Aida Daitch, Victoria Migliori y equipo .
El proyecto, tal vez la primer pieza que la ciudad logra recuperar en ese increiblemente complejo camino de llegada al río, tal vez por esa culpa subyacente de saberse una ciudad nacida del contrabando, como lado B del sistema hispano, y el río como lugar oculto, fue ajustado y modificado, seguramente para fastidio de las proyectistas; pero asi y todo, logró construir esa idea de pampa perdida, esa dimensión oceanica de río, de barro, de viento.
Hasta ahi, es bueno también que los arquitectos entendamos que los arquitectos podemos ser directores de orquesta, lo que no quiere decir que toquemos todos los instrumentos.
Cuando Nacho Fleurquin me interpela sobre si no somos los arquitectos los que nos alejamos de la realidad, puede que algo de razón tenga respecto a como nos sentimos los arquitectos respecto a nuestros proyectos, pero nada mas alejado de la realidad de como finalmente lo publico termina cobrando forma.
A la manifestación formal última con que lo público se constituye, al imaginario con que finalmente, lo político partidario se apropia del ámbito colectivo, y desvirtua, en su vocación eleccionaria sufragatoria, las virtudes de lo pertinente.
El color, (naranja, celeste, o amarillo y verde) ya de por si , representa un artificio, que desvirtua y encarece el patrimonio y el presupuesto.
Un banco granitico o de piedra caliza, de alta resistencia y materialidad noble y acorde a un paisaje y un clima ventoso y húmedo, se desvirtua y encarece al ser pintado, como costo inicial y de mantenimiento, y su único objeto es remitir a su asociacion partidaria. Tal operación insignificante en apariencia, no tiene ningún justificativo ni necesidad desde el punto de vista arquitectonico o urbano.
solo se entiende como recurso politico, y como parte de la necesidad y la estrategia del manejo de partidas presupuestarias a ejecutar, que bien vendría ejecutarlas en otras áreas y dependencias de ese mismo gobierno.
Y deja de ser insignificante cuando se la asocia al resto de acciones que la vuelven una política innecesaria y de dudoso gusto y valor, a no ser que lo que se evalúe es el rédito político, en manos de los increiblemente valorados gurues del marketing politico.
De las zapatillas de Ruckauf, pasando por cada rincón de nuestro territorio, los ejemplos lamentablemente abundan, Pero hoy estamos caminando por el Parque de los Niños, y la reflexión aquí y ahora es ineludible.
La saludable idea de las playas urbanas, no impide que la mejoremos como propuesta, que la evaluemos no solo desde un duranbarbometro, sino desde una mirada que nos permita en el tiempo, evolucionar sobre la propia obra, buscando cargar sentido sobre cada accion dentro de la esfera de lo publico, alli donde se cuenta con la posibilidad de reforzar la idea que uno tiene sobre uno mismo como colectivo.
El gobierno de la ciudad tiene entre sus banderas, la idea de construir una ciudad verde y sustentable, conceptos valiosos pero palabras muy próximas a la moda y la corrección política, en el limite de lo superfluo.
Esas ideas cobran sentido si podemos encontrarlas como soporte a cada una de las acciones, sobre todo cuando operamos en ambitos tan sensibles y preciados como el borde natural de la ciudad.
No debe haber mejor situacion deseada que la sombra de los propios pinos que forman un hermoso bosquecito de cara al rio, lo que se traduce como un lugar de particular valor, refugio del sol y del viento humedo.
No se entiende (si se entiende) entonces la proliferacion de plastico, en sombrilas y sillas, y la aparicion de arena, ajena , sucia y costosa, en lo que representa la construccion de un falso imaginario, ajeno e impostado, solo valorable en terminos de construccion de propaganda politica, gastos innecesarios, y desvirtuo y perdida de oportunidad, en lo que podria ser la recreacion de un ambito especifico y pertinente, mas acorde con un borde ribereño de un rio de salida del aluvion paranense que de un resort all in caribeño.
Y aqui, es donde la mirada politica del imaginario de lo publico, se vuelve cinica y engañosa, y construye un imaginario despectivo y ajeno de lo popular, impostando logicas y referencias impropias, impertinentes y de algun modo, prejuiciosas.
La idea de lo popular como lugar masivo, abigarrado, ruidoso; la playa como una tipología global de culto al cuerpo mas cercana a una pelicula de los 70 o a la sarcástica obra del fotógrafo Martin Parr,
Todo un imaginario forzado, impuesto, ajeno a la condición natural del sitio, o a cantidad de registros de los balnearios publicos populares del siglo pasado en la costanera, que genera el marco perfecto para la proliferación de todo ese merchandaising proselitista de plastico colorido, que apunta a la retina del votante, y a la ejecución de partidas apresuradas, en dirección opuesta al enunciado de impacto cero, sustentabilidad, reciclaje y verde.
Mientras ahi mismo la ciudad sigue construyendo falsa pampa con sus escombros rellenando el rio, mientras la costa oculta crece y tal vez deje de negarse algun dia cercano, cabe reflexionar acerca de quien es quien finalmente decide el escenario de lo público, detrás de que sentido e interés, y que forma le da.
Playa, ....o Eco Parque, ameritan argumentos mas allá de la ecuación política, y de sus tiempos eleccionarios. En épocas bicentenarias, lo trascendente debiera ganarle a lo coyuntural. La maravillosa ciudad en la que vivimos, es una pesada herencia, en el mas profundo sentido de su pesadez, en términos de valor patrimonial.
Por un momento, quienes están al frente de la administración de lo público, deberán asumir esa dimensión historica de sus acciones, y articular la urgencia de la coyuntura con el peso de la trascendencia, con el legado patrimonial a las generaciones futuras.
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