miércoles, 12 de abril de 2023

Rafael

 


NY1: 1985

Primer viaje solo, llegue a esa ciudad con algo más 20 años y solo 100-usd, la dirección de un YMCA en la calle Amsterdam, bien arriba en la isla, de donde salí corriendo ni bien baje del bus, para refugiarme en el menos hostil de la calle 34, y una lista de edificios para visitar, en esa tradición hermosa y esperanzadora que cualquier estudiante de arquitectura profesa como parte de su formación inicial: ir a ver obras referentes, donde y como sea!

El John Jay College figuraba en mi lista entre tanta arquitectura increíble que conocer. No era una obra relevante, pero me había llamado la atención que el proyecto tenía una pista de atletismo en la cubierta, y en una ciudad-isla donde el suelo es escaso, me pareció una estrategia inteligente.

En la puerta no me dejaron entrar, pero igual hice mi check list al respecto, tachando en mi libreta la visita a esa obra de un arquitecto que no era de Buenos Aires pero allí decíamos que sí.

 

NY2: 1993

Casi 10 años más tarde, con un poco mas de información disciplinar en mi mochila pero casi nada a decir verdad, y por una serie de circunstancias personales y de mi familia política de ese entonces, tengo la desproporcionada oportunidad de estar allí sentado, en su oficina, en el increíble estudio de Manhattan; en la doble altura del hall balconeo sobre un grupo de colaboradores que construye una enorme maqueta (que hoy cuelga del techo) de la estructura del foro de Tokyo con destino a una próxima muestra al respecto en el MoMa, segundos antes de que nos recibiera.



Creo recordar un despacho profundo, un piano, un diploma en una pared tras el escritorio, y una charla alucinante de algo así como una hora que siempre agradeci como un momento muy privilegiado para un jovencito inexperto y naif como yo en ese momento, y muy determinante para cómo imaginar y pensar uno su propio futuro: agradecí a mi familia política por la oportunidad única que me brindaron, y a Rafael, por tratarme con tanto respeto y cariño: mucha generosidad a cambio de nada. Nos hablo de internet cuando aun no existía, de que las bases del Fórum se replanteaban desde un satélite con precisión de 1 mm, me preguntaba por nuestra facultad, por mis cosas....

Difícil recrear en unas pocas líneas el valor de ese encuentro inolvidable.

 

NY3 2018

Mientras Sylvia trabajaba, yo paseaba con el pequeño Lucio sin mucho plan, y en ese random reticular tan neoyorquino, de golpe me encontré en la puerta de su estudio, y decidí sin mucho plan, entrar.

Hable con una asistente, le conté que hacía 25 años que había estado allí, y que creía que ahora con un poco mas de certezas y herramientas, quería volver a tener la oportunidad de un nuevo encuentro, para retomar la charla. Ja!

El disparate de mi propuesta tuvo su redoble:  en cuestión de horas, me llego un mensaje donde me invitaba ese domingo cerca del mediodía  a que volviera a visitarlo en su estudio.

Era el día del padre ese domingo, en la enorme pantalla de una sala de reunión, México eliminaba a Alemania en el mundial de Rusia, y allí, volví a tener la oportunidad de sentarme a charlar con absoluta confianza, con uno de los más encumbrados arquitectos del planeta (ya volveré luego sobre esto) que me recibía sin ninguna condicionante, y sin ningún posible interés (mas bien todo lo contrario), cosa por lo que siempre le estaré agradecido. En una época donde cualquier perejil que esta cinco minutos en la gestión pública no te contesta un whatsapp, la generosidad de alguien con semejante agenda y compromisos de escala global, ponen en evidencia la dimensión de la persona.

Volvimos a hablar de muchas cuestiones de época, pude saber su opinión acerca de temas complejos y controversiales del ejercicio de la disciplina a escalas planetarias, y tuve la muy respetuosa vocación de preguntarle por algunas de sus decisiones proyectuales que ameritaban sus argumentos, sobre todo en el profundo respeto aun en la disidencia, lo que derivo en una imborrable charla para mi, casi como entre un padre y un hijo; y entiéndase bien, mi relación con el era casi nula, pero  el respeto mío y la generosidad suya permitieron esa intimidad, esos planteos y esa charla.

El puente de Rocha, las motivaciones para hacerlo, el proyecto San Rafael, Vilamajo, fueron alguna de las cuestiones sobre la que giro esa inolvidable charla, donde me permitió retomar aquel desparejo encuentro, en este otro desparejo encuentro, pero en esta ocasión, disparidad complementaria, respetuosa y constructiva.

Se fue un importantísimo referente de la arquitectura contemporánea, donde me interesa aquí resaltar mas allá del valor especifico de cada proyecto, de lo bueno o malo que alguien pudiera argumentar desde un cómodo sillón, la increíble capacidad de llevar adelante semejante proyecto personal   sostenido en el tiempo, al más alto nivel de exigencias y complejidades en los desafíos que implica cualquier proyecto de arquitectura que se concreta, de sostener una estructura de alcance global que no deja de expresar cierto ideario formado en estas latitudes sureñas, rioplatenses, en su formación montevideana, en su primer ejercicio porteño, y que sin duda pone en evidencia el talento y el nivel de autoexigencia y capacidad de una persona.

En lo personal, un gran recuerdo por ese par de maravillosos momentos, y el respeto y cariño a su familia y equipos en RVA en Montevideo y New York.

BSAS-MVDO 2023

Por Pablo Ferreiro para AFRa

PD: Buen viaje Rafael, a propósito, no estaría mal que a la brevedad. este hermoso edificio pase a llevar tu nombre




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